Crónica Lluis Asensio
El pasado mes de octubre decidí realizar una excursión por la montaña con mi viejo Opel Frontera. Al ser todavía un principiante quería ir con gente que supiera del tema y sin querer mediante Internet conocí a Josep de DiscoverLand que estaba organizando una salida para familias por el Pirineo catalán. Sin más me apunté y les pregunté a mis dos hijos de 5 y 7 años si querían venir teniendo en cuenta que deberían levantarse más temprano que un día de cole, y aun así me dijeron que si encantados. Al día siguiente nos levantamos a las 6:00 de la mañana para estar en Ripoll sobre las 8:30, que era la hora de encuentro. Hizo un día espectacular, un sol radiante lo que nos permitió disfrutar del paisaje al 100%.
Ya para empezar salimos de Barcelona de noche y vimos por el camino como poco a poco se iba haciendo de día. Alumbrados por los primeros rayos de sol cruzamos los valles previos al destino final con la niebla cubriéndonos intermitentemente.
Llegamos más o menos a la hora prevista. Allí se encontraba Josep con su HDJ80 y el resto de la gente. Marta que al final vino en moto ya que no pudo arreglar ninguno de sus dos Patrols, pero tenía el mono de trialeras, los Javieres, uno con un Jeep que lo metía por todos lados, como se nota la experiencia, y el otro Javier con su hija Carla con un Hyundai Terracan al cual le estoy muy agradecido porque siempre me esperaba en los cruces, allí también se nota su experiencia, ya que esto es un deporte de equipo, y finalmente Carles con su bestia GR. De todos aprendí un montón de buenos consejos. A mis hijos para que entendieran la situación les dije que había profesores que nos enseñarían a movernos por la montaña, uno iba delante Josep y el otro cerrando el grupo Carles, aunque a veces se intercambiaban.
Después de hacer una café empezamos la ruta dirección a las Llosas. Al no haber muchas familias con niños pequeños, de hecho solo yo, decidieron cambiar un poco la ruta en el último momento, digamos que la hicieron un poco más complicada desde mi punto de vista de novato, pero aparte de darme una ruta alternativa más fácil, a la cual renuncié por dos motivos: por no cortarles el rollo y porque quería aprender y probar el coche. Además me transmitieron mucha seguridad y experiencia. Solo tenía que seguir sus consejos y los del resto para poder pasar por todos lados.
El paisaje increíble, aunque ya hacía rato el sol iluminaba las laderas al principio nos cruzamos con alguna que otra nube asentada en el bosque. El camino poco a poco se fue complicando bastante y se convirtió bastante técnico, hasta llegar a un barrizal que de entrada no sabía cómo lo superaría, me limite a imitar a los demás y seguir sus pasos e instrucciones, “no te preocupes Lluís, estos coches pasan por todos sitios, mantén la calma” me decían. Los niños atrás en sus sillas se lo pasaban en grande, con los botes y los charcos que nos íbamos encontrando.
A cada parada que hacíamos bajaban del coche para jugar en la montaña y ver como los mayores la liábamos con los coches. Javier el del Jeep, a la que veía dos opciones siempre elegía la complicada, la primera fue una gran roca. Yo me lo miraba y pensaba que algún día con un poco más de experiencia también lo intentaría, pero ahora no.
Llegamos a un camino roto por un surco de agua, parecido a un trialera, donde nos bajamos del coche para analizar la bajada. Yo no lo tenía muy claro, pero se había de bajar si o si, no había marcha atrás. Escuche los consejos de los compañeros y pegadito a la izquierda la superé sin meterme dentro, misión cumplida. Los peques ya os los imagináis, “otra vez papa, otra vez”. Ya les dije que cuando sean grandes ellos me llevarán a mí.
Seguimos hasta llegar a un cruce donde nos paramos y encontramos “boletaires”. Estaba el bosque lleno de gente cogiendo setas, otros en motos y quads y otros en bici, pero ese día, me imagino por el buen tiempo que hacía, los “boletaires” ganaron por paliza. Allí había una pista muy pronunciada que subía a la cumbre de una colina, como no, Javier el del Jeep no se lo pensó dos veces y la subió y la bajó. La verdad tenían razón, estos coches pasan por todos sitios..
Las paisajes eran muy pintorescos y muy domingueros. Vacas pastando en medio de los caminos. Marta bajando del coche para levantar las vallas electrificadas y poder pasar. Padres e hijos buscando setas en medio del bosque.
Disfrutando igual que un niño con zapatos nuevos se me pasó la mañana volando. No me dí cuenta hasta que mi estómago empezó a pedir comida. El último camino nos llevó a Sant Jaume de Frontanyà, un pueblo muy bonito, donde comimos. Una buena comida para acabar con una fantástica mañana.
Después regreso a Barcelona por una aburridísima autovía.
Disfruté y aprendí mucho. Debido a mi corta experiencia nunca había probado tanto el coche y sobretodo la reductora. Realmente es una pasada por donde se puede llegar a pasar. Pero no lo hubiera conseguido sin los fantásticos compañeros que en todo momento me ayudaron y me dieron buenos consejos. Muchas gracias a todos y espero veros pronto. Seguro que repetiré.